"En esta época nadie puede aspirar a ser definitivo: ni los amores, ni el arte, ni la literatura. Necesitamos vivir el momento y olvidarnos de todo lo que suene a serio, a trascendente, a imperecedero. Somos anticlásicos y ello nos divierte"
"En esta época nadie puede aspirar a ser definitivo: ni los amores, ni el arte, ni la literatura. Necesitamos vivir el momento y olvidarnos de todo lo que suene a serio, a trascendente, a imperecedero. Somos anticlásicos y ello nos divierte", con esta cita nos introduce el editor de Niñaloba a la novela que aquí nos compete. Palabras escogidas a conciencia, dentro de una novela que, irónicamente, tiene todos los ingredientes para ser trascendente e imperecedera.
Las Siete Edades, es una propuesta innovadora dentro del mundo de la prosa. Una novela que juega con el lector y este se deja con gusto. Pudiésemos creer que existe realmente Rodrigo Corpas, porque, más que una novela, nos recuerda a una biografía regular. Pero, en tal caso, también existiría Lía Schindler y Julián y Alfredo, y, no puedo negar, que ojalá así fuese. Y es que la naturalidad tan simple de las cartas y testimonios de los compañeros y amigos del pintor, hacen florecer el más sincero afecto de los lectores por sus personajes, en mi caso, por todos, menos por el propio protagonista, que, en ocasiones, resulta un tanto egocéntrico.
Una novela fácil, original y seductora que te impide parar de leer. Capítulos cortos, pequeñas dosis, que, aunque quisieras, no podrías parar de leer.